domingo, 29 de enero de 2012

Otro domingo con calor

En verano no apetece comer más que cosas frescas, y para eso nada mejor que tener en casa una pequeña huerta, y si bien no siempre es posible por falta de espacio, como es mi caso, me conformo con unas macetas en la terraza.
En mi viaje por Galicia visité casas de familia, y de una de ellas me traje un tomate cherry, sí, un tomate, envuelto en una servilleta de papel dentro de mi cartera.
Cuando llegué a Buenos Aires, preparé las macetas de la terraza y planté allí las semillitas de ese tomate, que había recorrido más de 15000 km en mi cartera, a los pocos días tenía unos plantines chiquititos e indefensos que fueron creciendo de a poco, hasta que hoy pude recolectar el primer puñadito de tomatitos.
Tengo unas 12 plantas más que en pocos días estaran preparadas para la cosecha, porque ya tienen color, y otras tantas que aun los tienen verdecitos.
Pero lo mejor de todo fue sentir ese sabor de algo natural, sin plaguicidas ni hormonas de crecimiento, con todo su potencial de tomate cherry, redondo, rojo, sabroso, ¡perfecto! y no como los que nos venden en las verdulerías deformes y sin sabor.
Desde aquí mi pequeño homenaje a la quinta de Antonio, el hermano de mi cuñada Mary por haberme regalado (ademas de toda la fruta que comimos in situ) ese pequeñín que hoy me regaló sus primeros hijitos.


Vale aclarar que las hojitas de albahaca por encima de la ensalada tambien son de mi pequeñita huerta de terraza.


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