viernes, 11 de noviembre de 2011

Alguien los puso allí...

Y sí, como dice el título, dentro de todas esas cosas que una compra en un viaje siempre están las más deseadas y que no siempre se consiguen, aunque en el momento menos esperado algo pasa y una se queda con los ojos cruzados mirando para todas partes porque no lo puede creer, y hasta dudando de si será cierto.

Esto me ocurrió en dos oportunidades, la primera en Brujas, Bélgica, donde después de caminar dos días, sin encontrar algo realmente para despuntar el vicio como quien no quiere la cosa mi marido me dice que en una callecita por ahí abajo hay una señora vendiendo "bolillos antiguos", no podía creer lo que me decía hasta que llegué al lugar y vi una canasta de mimbre repleta de bolillitos belgas, típicos de allí, algunos sanos, otros no tanto, algunos con hilo como en señal de no quererse separar....

Y en otro sitio que tampoco lo podía creer fue en Porto Recanati, Italia, pueblito chiquitito en el mar Adriático, que intentaba despedirse del verano con una gran fiesta en el pueblo, con una feria artesanal o rastro al que llegué yo por absoluta casualidad, porque ahí es donde nació el abuelo de mi marido y queríamos ir a caminar un poco esas calles donde alguna vez caminó él... pero quiso el destino, la casualidad o la causalidad que yo llegara esa tarde y antes de encontrar el hotel encontrara esta feria con puestitos donde vendían de todo, pero este era especial, porque vendía carpetas y tapetes de bolillos antiguas, algunas sanas, otras no tanto (como los bolillitos de Brujas) pero por sobre todas las cosas eran el recuerdo de algunas pobres señoras que las tejieron para embellecer sus casas, o para venderlas a cambio de un poco de dinero, y alguien no supo entender ese sentimiento y se desprendió de ellas como si nada... lamentablemente no podía comprar todo yo, porque el exceso de equipaje hubiese sido terrible, pero aporté mi granito de arena salvando varias, y que hoy están guardadas en mi casa, esperando una ocasión especial para ser lucidas como ellas y su creadora se lo merecen.






Lo único que puedo decir es que las miro y no puedo dejar de pensar en las señoras que las tejieron, las horas y días que le dedicaron a cada una. Por eso aquí va mi pequeño reconocimiento enseñándolas, para que siempre sepamos valorar los trabajos manuales, nuestros y de otros.


No hay comentarios:

Publicar un comentario